Por Jairo Cala Otero
mundodepalabras@gmail.com
─¿Por qué los
adultos dicen que el mundo se volvió una aldea?─ preguntó la niña a su papá,
antes de pedirle que le ayudara a investigar por qué muchos humanos no asimilan
ni aceptan todavía que todo ha cambiado, menos ellos.
El hombre cerró
el libro que leía, para responderle.
─El mundo es una aldea, hija, porque desde que el
hombre ha sabido hacer uso inteligente del poder interior que el Todopoderoso
le concedió sin límites, ha podido reducir a su mínima expresión sus
dificultades; ha simplificado los medios de que dispone para comunicarse; y se
ha acercado a lugares insospechados, que ni siquiera ha visitado, para
establecer relaciones de todo tipo con otras personas a las que, generalmente,
tampoco conoce.
La niña pareció
quedar confundida con la respuesta, por lo que atinó a preguntar de nuevo:
─¿Eso qué quiere
decir, papá?
─Quiere decir,
hijita, que ya no hay obstáculos para penetrar en aquellos lugares que antes
estaban vedados para cualquier persona; significa que todo está reducido a
maniobrar un teclado y un ratón (mouse) para conectarse con el resto del mundo en menos tiempo del que necesita
un gallo para cantar. Los mensajes vuelan a velocidades maravillosas; también
las respuestas a esos mensajes, pero no todos tienen la cortesía de emitirlas.
Grandes negocios se mueven por ese prodigioso medio de comunicación en línea, y
se capitalizan enormes sumas de dinero. Pero todavía existen millones de tercos
que no dan crédito a semejante esplendor.
─¿Eso que me
estás contando me sirve para hacer la tarea?
─Claro que sí;
es la tarea misma, niña. Sigamos. A pesar de existir tan trascendental
mecanismo de comunicación, que todo lo reduce a mínimo esfuerzo y todo lo
acerca a nuestras manos, todavía hay humanos que viven en las cavernas. Bueno,
no literalmente; pero pareciera. Es una manera de decir para significar que
están quedados mentalmente del proceso de celeridad tecnológica. Tienen una
computadora en su casa u oficina, pero se resisten a darle adecuado uso.
Algunos apenas la emplean para escribir cartas, como lo hacían en las máquinas
manuales diseñadas para tal oficio. Otros, se resisten a abrir una cuenta de
correo electrónico porque dizque ¡les resulta costoso!, pero ese es un servicio
gratuito y ellos no se han dado cuenta. Unos más tienen buzón electrónico para
recibir mensajes, pero creen que ese buzón debe funcionar como los antiguos
apartados aéreos, que eran unas cajuelas metálicas que una empresa de correo
tradicional arrendaba a los interesados proveyéndolos de una llavecita para que
las abrieran cada vez que iban en busca de correspondencia, algunas veces de
remitentes clandestinos. Por tal razón, mantenían en secreto el apartado aéreo.
Esos se niegan a aceptar que desde cualquier parte del mundo les pueden llegar
muchos mensajes; se asustan con tal avance, y lo único que se les ocurre es
enviar notas ─a veces agresivas─ pidiendo explicaciones de porqué les escriben
si ellos no conocen a los remitentes. ¡Como si para abrirse al mundo fuese
necesario conocer a cada uno de los más de 6.500 millones de seres que poblamos
este planeta! Así son los cerrados de la mente, hija.
─¿Y por qué
razón no quieren entender que el mundo es como una aldea?─ preguntó de nuevo la
niña.
─Por su cerrazón
mental. Ellos conciben el mundo como un universo imposible de conquistar,
aunque ya ha sido conquistado por muchísimos otros humanos. Están
ajustados a sus anacrónicos esquemas de pensamiento, según los cuales nada es
posible; así se imponen limitaciones; y con su reducida forma de concebir su
mundo y el de los demás, se amargan la vida y amargan las de otros, incluidos
aquellos a quienes dicen amar.
Para responder
la pregunta específica de tu tarea, hija, esas personas no aceptan que todo ha
cambiado porque fueron criadas con mentiras y otros lastres. En su cabeza les
introdujeron prohibiciones, temores absurdos, amenazas veladas y desveladas,
teorías idiotizantes y aseveraciones lapidarias. Todo eso les arruinó la
existencia, aunque tengan presencia física sobre la superficie de este planeta
azul. Por estas y muchas otras razones, que ocuparían mucho espacio en tu
cuaderno, hija, es que todavía hay millares de humanos que no quieren entender
que el mundo se volvió un pañuelo (lleno de mucosidad para ellos). Pero, en
cambio, es un pañuelo límpido y de bolsillo para muchos otros millones que
tenemos mentalidad abierta al universo para que el Gran Hacedor nos la corone
de gloria, por cumplir su mandato de conquistar el mundo y todo lo que él
contiene.